viernes, 6 de junio de 2008

Meditación

Meditar significa hacer un viaje introspectivo, mirar las carencias psicológicas, físicas y emocionales para comenzar un lento y largo camino hacia la estabilidad y serenidad de nuestros pensamientos. Esta sanación permite acceder al conocimiento interior y ayuda a mejorar las relaciones que se establecen con los demás, para vivir de una manera más adecuada y lograr un armónico bienestar.

El propósito de la meditación es el “trascender”, elevarse a niveles más altos de Conciencia, donde se borra la dualidad cuerpo-espíritu, y es posible encontrar un estado de paz y ecuanimidad interior.

Una de las primeras cosas que se debe tener en cuenta en la práctica de la meditación es que, la posibilidad de controlar la mente viene del cuerpo con una postura correcta y una respiración centrada. Estos dos últimos factores contribuyen a lograr un estado de serenidad y relajación, pero al meditar se busca no la inacción del cuerpo sino que se refiere a la quietud de la mente.

La mente del hombre común permanece dispersa. Está en su naturaleza saltar de un lado para el otro, viajar en el pasado y en el futuro, crear todo tipo de contradicciones y conflictos. Ella anhela lo que no tiene, persigue aquello que tiene a escapársele y reprime lo que la disgusta. Esa sucesión de pensamientos que es más o menos automática, nos crean tensión, ansiedad, insanía mental, entre otras enfermedades más complejas.

Por esta razón, la meditación busca permanentemente la atención mental controlada, que representa la consciencia unificada, la mente concentrada, la unidireccionalidad del pensamiento. Cuando la mente es puesta bajo el control de la voluntad, gana en eficacia, penetración y captación de todo orden.


Una mente atenta, es una mente receptiva y plena, aquí y ahora, vive el momento si dejarse atrapar por pensamientos perturbadores, los deja fluir libremente, para poder sentir el silencio y paz interior.

Para lograrlo, se debe ejercitarla, ya que se trata de una atención mental provocada como un acto consciente, capaz de funcionar tanto si el estímulo es lo suficientemente interesante o no. Siempre alerta, atenta y abierta a toda captación. Es por eso, que quien se entrena no sólo busca lo antedicho, sino que también para que sea lo más pura posible.

La atención pura o desnuda, es aquella que puede funcionar en un grado de gran intensidad y elevación, libre de toda interferencia, sin verse afectada por asociaciones mentales, conceptos, ideas o perjuicios que provoquen opacidad en la mente.

Sólo la práctica puede conducir al practicante a la conquista de este estado. Cuando la mente comienza a ser controlada, es el sujeto quien tiene las riendas sobre ella. La mente es una buena sierva, pero muy mala ama.

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